reseña de Ulises Paniagua

Llorar pa’ delante, un cuestionamiento contemporáneo

“Ejemplo obvio: la revolución francesa, en la que triunfa la burguesía sobre la aristocracia terrateniente, agregando todo su imaginario de libertad que no duraría demasiado… Claro, queda siempre el palabrerío navegando en los libros de historia, en los aires eléctricos de los mass media”
Dieguito

Enfrentar lo externo es un asunto franco, determinado. Enfrentarse a sí mismo significa correr el riesgo de legar heridas a la piel y a la carne; exige una crítica ardua, aguda, ajena a lo complaciente. En su reciente novela Llorar pa' delante, el poeta y narrador uruguayo-mexicano, Saúl Ibargoyen, pone el dedo en la llaga sin miramientos, sin conformismos.

A Ibargoyen se le considera –en ocasiones– un escritor de esa generación a la que se ha querido encasillar, en Uruguay, como literatura de guerrilla. Nada más equivocado e ingenuo. Ibargoyen, además de ser un ferviente admirador de la historia de Gilgamesh; es un metafísico, un escritor espiritual en busca de la paz colectiva y personal a través de la filosofía sufí, osufi; además de un soñador incorregible que alcanza esplendor verbal en la búsqueda de la amada, a la manera de los cantares árabes (lo que aprendió siendo un estudioso ferviente del poeta Ibn Al-Mahad, al cual ha traducido en diversas ocasiones). Motivos que, desde luego, no lo alejan de una gran verdad: su interés por las teorías dialécticas y su firme oposición al concepto de una dictadura. Literatura en serio, la de Ibargoyen, lejo de poses y lucimientos, remarcada en el uso de un idioma practicado casi de manera exclusiva por él, el portuñol.

Lipovetsky dice: La autoconciencia ha substituido a la conciencia de clase, la conciencia narcisista substituye a la conciencia política. Una certeza en la contemporaneidad; pero Ibargoyen nada sabe de ello. Su compromiso con la literatura abarca la conciencia política y de condición humana, libre de cualquier vanidad o superficie. Sin embargo, no se conforma con una visión protestataria, de panfleto, de simple combate, por lo que es inasible para una clasificación guerrillera.

Es claro: un literato de la guerrilla no la cuestiona. Un librepensador dialéctico sí, va más lejos: cuestiona los feroces zarpazos del capitalismo salvaje y las incongruentes acciones de una izquierda titubeante, una célula rebelde que termina por encumbrarse en el poder para desconocer sus principios. En Llorar pa’ delante, Propercio Pérez Peres, un hombre fronterizo entrado en años, regresa a Montevideo para encontrarse consigo mismo. Al llegar, vive un acercamiento casual con una bella mulata por la que comienza a sentirse atraído. Pero los demonios personales rondan: Propercio cae en las oscuras garras de la memoria, y se encuentra con su doble, Dieguito (él mismo, muchos años atrás), envuelto en un mundo crudo, donde los ideales son enfrentados ante una orga guerrillera que actúa de manera similar a como actúan los milicos y los paramilitares. ¿Cuál es la diferencia entre ambos núcleos? se cuestiona el joven Propercio. Los encargos hacia Dieguito implican riesgos mortales, un torbellino de traiciones y sospechas. El joven se entrega a la causa, librando lo mejor posible las desventuras, los acechos enemigos y fraternos, hasta el punto de llenarse las manos de sangre.

Propercio, en compañía de su mulata, habrá de sufrir el desencanto ante las propias convicciones ideológicas, cuando se entera de que Eleusino Hernandarias, el nuevo Ministro de Defensa, es aquel que se erigiera como uno de los jefes más importantes de la orga de los años de lucha. La mulata, esa eterna amada que da descanso, logrará alejar de su angustia, en lo posible, a un hombre sumido en la desesperación y desesperanza, un hombre que no ha sido bien recibido en su entrañable Montevideo por los nuevos rostros gubernamentales, quienes lo consideran incómodo por el apego a ciertas causas.

Llorar pa’ delante no deja títere con cabeza. Pero no se trata de un canto de nihilismo o renunciación. Es el filo de la cuchilla diseccionando y exhibiendo los huesos infectados de lo claro y de lo oscuro, la médula de lo contradictorio, para buscar el renacimiento de los ideales. Una buena novela exige que no haya concesiones dentro de sus páginas, ni con los personajes ni con el universo que describe. Tampoco pretende moralizar. Eso lo sabían muy bien autores como Dostoyevski, Faulkner y Onetti. La reciente novela de Ibargoyen cumple con ello. La crudeza y la crítica pretenden replantear la búsqueda de los cambios sociales con apego a la libertad colectiva e individual, un derecho innegable de quien se considere ser humano.

Llorar pa’ delante es un trago amargo para los ilusos, una piedra en el zapato para los salvajes capitalistas; y una magnífica propuesta para quienes buscan lo lúdico, para quienes indagan en la relación entre el autor que pone de manifiesto la ficción de sus personajes y sus situaciones, en un caldo literario delicioso (algo que ahora les ha dado por nombrar metatextual).

Novela directa y magnífica de la pluma de Ibargoyen, Llorar pa’ delante es un cuestionamiento contemporáneo, comprometido y contundente. Vislumbrando la esperanza a pesar del cieno, citemos una frase de José Saramago que resume el sentir de este libro: La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva.

Ulises Paniagua, México DF, 2013

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