Conclusiones


         En suma, las conclusiones más relevantes son éstas:


         La mayor disponibilidad de ocio, por sí sola, no aporta mayores posibilidades creativas. Así como, a juzgar por la fiabilidad de los datos recabados, el trabajo tampoco incrementa la capacidad creativa.


         Los adolescentes evidencian no sólo un generalizado desconocimiento de la realidad socio-económica en la que están inmersos, sino incluso del marco institucional en el que está inserto su propio centro de estudios.


         El liceo es percibido como un ámbito más o menos (con tendencia a poco) propicio para la creatividad.


         Una de las formas en que se manifiesta el síndrome normal de la adolescencia es la disociación. Nos fue posible estimar (con mayor o menor fortuna) tres áreas en que se manifiesta esa disociación: el divorcio entre conceptos de arte y modelos o referentes de infuencia, la privado (como ámbito donde plasmar la creación) y lo público (o expuesto a lo público) como espacio propicio preferido para la creatividad, y la discriminación de géneros, referida a la autoestima y la confianza en sí mismo.


         Los conceptos de arte utilizados por los adolescentes muestran un predominio de lo oral y lo escrito; en cambio sus modelos y referentes hacen hincapié en lo icónico. Aquel predominio, desde nuestro punto de vista, se debe a los modelos no arcaicos pero sí tradicionales trasmitidos por las instituciones educativas; este hincapié obedece, a su vez, a la época de desarrollo tecnológico actual, un mundo donde el predominio de lo visual es casi total. Esta disociación es claramente de origen histórico-cultural, puesto que refleja, en su sincronía, un momento en que la enseñanza estandarizada se corresponde defectuosamente con la realidad que está más allá de sus puertas.


         La divergencia entre lo privado (como ámbito donde plasmar la creación) y lo público (o expuesto a lo público) como espacio propicio preferido para la creatividad, obedece a una tensión entre el ensimismamiento (o el encierro, frente al mundo circundante) y la extroversión, tensión típica de la adolescencia cuya resolución última tiende a la madurez.


         La discriminación de género, en una muestra que -como ésta- tiene una composición etaria similar y una distribución por género totalmente equilibrada, evidencia claramente los niveles de autoestima y de confianza que poseen los grupos de adolescentes. Así, de manera más o menos clara, parece mensurable una de las sutiles formas que adopta la subordinación de la mujer al hombre, en nuestra sociedad.


         Aspecto que nos replantea en qué medida la tensión entre la reproducción social (en valores y modelos) y el quiebre con los parámetros de lo tradicional (que podría implicar el comportamiento adolescente) no es proclive a resolverse en una variación de calidad, sino de grado, donde lo imperante en la sociedad sigue siendo la clave.


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